Los Inventores Argentinos y su reconocimiento a nivel Mundial
Por Nicolás Gallo
Argentina ocupa un sitio preferencial en el mundo si nos referimos a la invención. En boca de los argentinos, muchas de esas invenciones son ya hasta motivo de la fanfarronería que nos caracteriza: el dulce de leche, el colectivo o el bolígrafo. Como así también, la primera transfusión con sangre almacenada, el helicóptero, los dibujos animados, el amortiguador neumático y las jeringas descartables. Sin embargo, pocos saben que en la Argentina hay una Escuela de Inventores. Un espacio para impulsar y guiar a la gente nueva que se acerca, que funciona en la sede la Asociación Argentina de Inventores (AAI), que agrupa a inventores profesionales. La AAI ha notado un notable incremento en la cantidad de gente interesada en inventar productos que abarcan desde un sacacorchos hasta un nuevo mate con auto vaciado. El aumento se registra a partir de mediados del año 2002. Pero a pesar de esto, el porcentaje de inventores argentinos con respecto a otros países del mundo sigue siendo bajo. Para José Raimundo Fandi, miembro fundador y actual presidente de la AAI, la causa se debe a que «en otros lugares, como en los Estados Unidos o en Cuba, los creativos son subvencionados para que se dediquen full time a crear».
Según los resultados de un estudio realizado por el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) en 37 países para analizar la relación entre la actividad emprendedora y el crecimiento económico, en Argentina, actualmente, un 14,2% de la población está dedicada a algún tipo de actividad propia. Esto significa que habría más de 3 millones de argentinos vinculados con nuevos emprendimientos; 1 de cada 7 adultos.
Ahora bien, ¿qué es el arte de inventar? Nace cuando se intenta perfeccionar un producto para lograr una mayor practicidad y eficacia. Una vez encontrada la idea se debe analizar cómo llevar a cabo su desarrollo. Para esto, hay que tener en cuenta varios puntos: debe ser teóricamente posible, técnicamente viable, legalmente sustentable, y económicamente rentable. Una vez terminado el invento, se debe realizar su patentamiento y la comercialización del mismo.
La historia argentina es pródiga en inventos. La birome creada por Ladislao José Biro, el húngaro creador del bolígrafo que se radicó en nuestro país; el desodorante a bolilla; el colectivo; los instrumentos para la transfusiónde sangre de forma segura, son algunas de las creaciones más relevantes del país.
José Raimundo Fandi, posee más de cien patentes concedidas, lo que lo convierte en el inventor más prolífico de la Argentina. Entre sus innovaciones más destacados se encuentra el secador de pisos, por el cual, en este momento, se está fabricando una cantidad de 25 millones por año.
La AAI fue fundada en 1990 con el objetivo de brindar apoyo y asesoramiento a los creadores independientes. La misión de la institución es la de apoyar, capacitar y proveer el liderazgo a los nuevos y viejos innovadores. En la actualidad, la (AAI) – única en América del Sur- cuenta con más de 500 miembros activos y seis delegaciones provinciales. Y, a pesar de que sólo el 5% de los inventores puede desarrollar la actividad en forma profesional, en las últimas décadas se han podido concretar numerosos e importantes inventos.
Fandi sostiene que el objetivo de la organización es fundamentalmente tratar de difundir en la comunidad el valioso rol social del inventor, «ya que la historia demuestra que conseguir apoyo oficial, en nuestro país, no es algo posible». Y agrega, «acá, a diferencia de otros países, no se valora ni se tiene conciencia del aporte importantísimo que hace el creador a la tecnología y a la innovación. Los empresarios argentinos no se arriesgan; además, por parte de la dirigencia política tampoco existe estimulación».
Marcelo Halpern hasta hace dos años se encontraba desocupado, actualmente es un empresario gracias a su invento del mate con auto vaciado. «El sistema permite terminar con un problema «histórico» a la hora de vaciar el mate para volver a usarlo» resalta su creador. Si bien, afirma, hasta el momento esta operación podía efectuarse con algún «utensilio auxiliar, como un cuchillo, cucharita, o también golpes reiterados al contenedor», lo que ocasionaba salpicaduras y suciedad. Las bondades de la invención radican en que el usuario con sólo accionar el mecanismo, automáticamente el contenido usado es desalojado hacia el exterior del mate, y queda libre para ser llenado con yerba nuevamente. El nuevo producto ya se encuentra en el mercado, y parece ser una solución práctica para el uso del mate.
Otro de los más reconocidos de la inventiva argentina es Carlos Arcusin, quien, en 1989, ya instalada en el mundo entero la epidemia del sida, inventó la jeringa auto-descartable. «Por ese entonces, ya se sabía que la enfermedad, no sólo se transmitía entre los homosexuales, principal grupo de riesgo, sino también entre los adictos a drogas inyectables, como la heroína. Por otra parte, un descuido al higienizar el material de inyecciones podía transmitir el virus» comenta su inventor como llego al hallazgo.
Arcusin ofreció al mundo dos soluciones rápidamente adoptadas en todos los hospitales del planeta: uno fue el «capuchón de seguridad para agujas hipodérmicas» que se fabrica en Japón, Estados Unidos e Israel. Y, el otro, » jeringa autodescartable», que elimina por completo el riesgo de contagio al ser utilizada y desechada por única y última vez.
Actualmente trabaja en la difusión de su último invento, «la máquina para preparar hamburguesas sin humo y sin olor», que está comenzando a exportarse a algunos países de Europa.
Un invento argentino que esta siendo un éxito en el mundo es el «Descorjet». Se trata de un sacacorchos para bebidas espumantes inventado por Hugo Olivera y Roberto Cardón. Según sus creadores, su invento es el resultado de dar una respuesta inteligente al problema de la desocupación que sufrían en sus talleres de matricería y mecánica. El «Descorjet», es muy simple, seguro y estético destapador, de bajo costo, y puede ser accionado con una sola mano, sin dificultad ni esfuerzo, desde niños y mujeres, hasta ancianos». Hugo Olivera cuenta que el invento esta siendo muy bien aceptado en Europa, «a donde este año ya hemos exportado más de 15 mil unidades».
Este novedoso producto entró al mercado interno y externo gracias al asesoramiento que le prestaron en la AAI, a donde Olivera llegó «sin siquiera saber de que se trataba». Consiguió inversores, patentó el descorchador y hoy, su creación, forma parte de la larga lista de productos inventados por argentinos.
Pero no es nada fácil en el país la tarea de los inventores. La gran competencia de un mundo globalizado, y la complejidad de los desarrollos tecnológicos ponen a los creadores independientes, siempre limitados por los recursos financieros y el respaldo oficial, en serios y permanentes riegos de fracasar.
Carlos Arcusin se lamenta ya que la mayoría de los inventores argentinos «no pueden vivir de su ingenio. A la falta de apoyo oficial se suman los inalcanzables costos de patentamiento; y, como si esto fuera poco, en la Argentina, la palabra inventor está mal vista: es sinónimo de chantaje o de mentira. Por eso yo opté por presentarme como «diseñador», «innovador» o como un «desarrollador de diseño bajo patentes»; suena tonto, pero es así. Son palabras más marketineras».
Pese a que estos recursos son muy importantes en la práctica profesional de la actividad inventiva, el punto más crítico y sensible es el aspecto legal, es decir el grado y alcance de los derechos de propiedad sobre lo que se ha creado.
Para llevar a cabo el patentamiento de un invento es necesario recurrir al Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI), pero esta tarea no es nada sencilla para el inventor ya que debe asesorarse sobre los aspectos legales con el fin de no fallar en el trámite. Para Fandi, patentar un descubrimiento es tan importante como la invención del mismo. «Si un inventor no presta debida atención a los asuntos legales, es muy posible que aunque posea los aspectos técnicos adecuados y los recursos financieros para llevar a cabo un invento prometedor, las posibilidades de licenciar o vender su patente, y las posibilidades de defenderse ante eventuales infractores de sus derechos, sean muy limitadas cuando no nulas».
Para esto el creador tiene dos vías para llevar adelante dicha tramitación. Por un lado, realizar personalmente la gestión, para esto se debe asesorar debidamente para no obtener una licencia débil.
Por otro lado existen los agentes de patente especializados en el tema los cuales aseguran un documento de patente sólido y confiable. Pero este servicio no es nada accesible para un novato inventor ya que deberá contar con seis mil pesos.
Fandi explica que «hay que tener mucho cuidado al contratar a estos agentes, ya que, muchas veces, con el fin de vender sus servicios ilusionan al autor de poseer un invento viable pero a mitad del tramite fracasa». Unos de los objetivos de la AAI es orientar y guiar al descubridor para que no caiga en este tipo de errores mediante cursos dictados semanalmente en la Escuela del Sol que se encuentra en la calle Ciudad de la Paz 394. Los cursos van desde Legislación de Patentes de Invención, Gestión de la Innovación, Marketing de nuevos productos, Construcción de prototipo, hasta Modelo de contrato, entre otros.
La historia Argentina demuestra que en el país no hacen falta mentes creadoras, tal vez sea necesario un mayor impulso por parte de las autoridades para que la creatividad no encuentre obstáculos a su desarrollo; como así también, sea preciso realizar una mayor difusión acerca de la existencia de la Asociación, y las posibilidades que esta brinda. Porque, como dijo Biro: «No hay que tener miedo; hay que prepararse y decidir, ver e interactuar. No hay fracasos, sino inconvenientes que se deben superar. Son estímulos para que uno vuelva a probar. Sin esas dos cosas no hay inventor».